¡Bienvenidos/as a una nueva Iniciativa en Plegarias en la Noche! llamada “UNA HISTORIA PARA MI FANTASMA” porque este mes de octubre tu fantasma va a necesitar que lo entretengas.
Con
el espíritu de Halloween 🎃en el aire, nos sumergiremos en un mundo de terror y
misterio cada viernes. Donde les estaremos contando una historia diferente
llena de terror que nos harán temblar de miedo y nuestro fantasma estará feliz.
Los
paso para sumarse es muy simple 😉 al
igual que las Iniciativas de los años anteriores. Todos los viernes de octubre
a las 22 hs de su país, cada Blog nos contaran cuentos, relatos, poemas y hasta
leyendas exclusivamente de fantasmas. El formato lo eligen ustedes escrito o
con un vídeo leyéndolo, puede ser de su
autoría o de algún autor/a que les guste (no se olviden de mencionar de quien
pertenece), llevando por supuesto el Banner de la iniciativa y mencionando a
Plegarias en la Noche, para que más bloggers quieran participar y llenemos este
hermoso espacio en un lugar terrorífico 👻
Así
que prepárense para sentir miedo, prepárense para temblar, y prepárense para
descubrir que el terror y los fantasmas están mucho más cerca de lo que uno/a
cree.
Un diagnóstico de muerte
Autor: Ambrose Bierce
—Yo no soy tan supersticioso como algunos
de sus colegas u hombres de ciencia, como a ustedes les gusta que se les llame
—dijo Hawver en respuesta a una acusación que no había sido hecha—. Algunos de
ustedes, aunque he de admitir que solo unos pocos, creen en la inmortalidad del
alma y en apariciones a las que no tienen la honradez de llamar fantasmas. Mis
convicciones no van más allá de afirmar que a veces se ve a los vivos donde ya
no están, aunque han estado; donde han vivido durante tanto tiempo, y tal vez
con tanta intensidad que han dejado sus huellas sobre todo lo que les rodeaba.
Sé, claro está, que el entorno en que uno vive puede verse tan afectado por la
propia personalidad que puede producir una imagen de uno mismo ante los ojos de
otro, mucho después. Sin duda la personalidad que produce la impresión ha de
ser del tipo apropiado, como los ojos que la perciben han de ser el tipo
adecuado de ojos. Los míos, por ejemplo.
—Sí, el tipo adecuado de ojos, enviando
sensaciones a la clase de cerebro inadecuada —dijo el Dr. Frayley sonriendo.
—Muchas gracias; da gusto ver complacidas
las esperanzas que uno tiene. Es más o menos la respuesta que suponía que usted
cortésmente daría.
—Lo siento. Pero usted afirma que sabe.
Eso es mucho decir, ¿no cree? Tal vez no tenga inconveniente en revelar cómo lo
sabe.
—Usted dirá que es una alucinación —dijo
Hawver—, pero no importa.
Y entonces contó la historia.
—Como usted ya sabe, el verano pasado fui
a pasar la temporada de calor en la ciudad de Meridian. El pariente en cuya
casa tenía intención de residir estaba enfermo, por lo que busqué otro
alojamiento. Tras diversas dificultades, conseguí alquilar una vivienda vacía
que había sido ocupada por un doctor excéntrico, llamado Mannering, que se
había marchado años antes sin que nadie supiera dónde, ni siquiera su agente.
Él mismo había construido la casa y había vivido en ella con un viejo criado
durante unos diez años. Su práctica, nunca muy amplia, había sido abandonada
completamente tras los primeros años. Y no solo eso, sino que se había recluido
y se había apartado casi totalmente de la vida social. El médico del pueblo,
única persona con la que había tenido alguna relación, me contó que durante su
retiro se había dedicado a un solo campo de estudio y expuso sus resultados en
un libro que no contó con la aprobación de sus colegas profesionales quienes,
evidentemente, consideraban que no estaba en sus cabales. No he visto el libro
y ahora no recuerdo el título, pero me han dicho que exponía una teoría
bastante asombrosa. Mantenía que, en más de un caso, era posible predecir con
precisión la muerte de una persona con buena salud, meses antes de que se
produjera. El límite, creo, era dieciocho meses. Existían leyendas locales
sobre el ejercicio de sus poderes de pronóstico, aunque usted tal vez prefiera
llamarlo diagnóstico. Y se decía que en todos los casos la persona a cuyos
amigos él había avisado, murieron repentinamente, en la fecha establecida, sin
causa aparente. Todo esto, sin embargo, no tiene nada que ver con lo que voy a
contarle; pensé que podría resultarle divertido a un médico.
La casa estaba amueblada tal y como él la
había dejado. Resultaba una vivienda bastante lúgubre para alguien que no era
ni un recluso ni un estudiante; creo que me transmitía algo de su carácter, del
carácter de su anterior ocupante, pues siempre que estaba en ella sentía una
cierta melancolía que no se debía ni a mi natural disposición ni, me parece, a
la soledad. Yo no tenía criados que durmieran en la casa, sino que, como usted
sabe, siempre he disfrutado mucho con mi propia compañía y he sido muy
aficionado a la lectura, aunque menos al estudio. Fuera cual fuera la causa, su
efecto fue el abatimiento y la sensación de un mal inminente; esto ocurría
especialmente en el despacho del doctor Mannering, a pesar de que aquella
habitación era la más luminosa y aireada de la casa. El retrato del doctor, un
óleo de tamaño natural, colgaba de una de las paredes y parecía dominar el
cuarto completamente. No había nada extraño en el cuadro: el individuo era
bastante bien parecido, de unos cincuenta años, con el pelo gris, una cara bien
rasurada y los ojos serios y oscuros. Sin embargo, había algo en él que atraía
mi atención. El aspecto de aquel hombre llegó a resultarme familiar, y me
rondaba.
Una tarde, cuando me dirigía a la mía,
pasé por esa habitación con un candil (en Meridian no hay gas). Como siempre,
me detuve ante el cuadro que, a la luz del candil, parecía tener una nueva
expresión, difícil de describir, aunque claramente misteriosa. Aquello me
interesó, pero no llegó a preocuparme. Moví la luz de un lado a otro y observé
los efectos que dicho movimiento producía. Mientras lo hacía, tuve el impulso
de volverme. Cuando lo hice, vi que un hombre cruzaba la habitación ¡en
dirección a mí! En cuanto estuvo lo suficientemente cerca para que la luz del
candil le iluminara la cara vi que se trataba del propio doctor Mannering; ¡era
como si el retrato caminara!
—Perdón —le dije con cierta frialdad—,
pero si ha llamado a la puerta no le he oído.
Pasó a mi lado, a muy corta distancia,
levantó el dedo índice en señal de advertencia y, sin decir una palabra, salió
de la habitación, aunque no vi su salida más de lo que había visto su entrada.
Por supuesto, no hace falta que le diga
que esto fue lo que usted llamaría una alucinación y yo una aparición. La
habitación no tenía más que dos puertas, una de las cuales estaba cerrada con
llave; la otra conducía a un dormitorio que no tenía salida. Lo que sentí al
darme cuenta de esto no es parte importante del suceso.
Indudablemente le parecerá una típica historia de fantasmas, construida con la trama característica establecida por los viejos maestros de este arte. Si así fuera, no debería haberla contado, aunque fuese cierta. Pero aquel hombre no estaba muerto; hoy lo he visto en la calle de la Unión: me lo crucé en medio de una multitud.
Hawver había terminado su relato y los
dos hombres permanecieron en silencio. El doctor Frayley, abstraído, daba
golpecitos sobre la mesa con los dedos.
—¿Le dijo algo hoy —preguntó—, algo de lo
que usted pudiera deducir que no estaba muerto?
Hawver se le quedó mirando, sin decir
nada.
—Tal vez —prosiguió Frayley— le hizo una
indicación, un gesto levantando un dedo en señal de advertencia… Es una manía
que él tenía, algo que acostumbraba a hacer cuando decía algo serio, cuando
anunciaba el resultado de un diagnóstico, por ejemplo.
—Sí, eso fue lo que hizo. Lo mismo que
había hecho su aparición. Pero ¡Dios santo! ¿Es que usted le conoció?
Era evidente que Hawver estaba poniéndose
nervioso.
—Sí, le conocí. Y he leído su libro, como tendrán que hacer todos los médicos algún día. Se trata de una de las más sorprendentes e importantes contribuciones de este siglo a la ciencia médica. Sí, le conocí; le atendí cuando estuvo enfermo hace tres años. Murió.
Hawver, claramente turbado, abandonó su
silla de un salto y se puso a recorrer la habitación de un lado a otro; luego
se acercó a su amigo y le dijo con un tono poco firme:
—Doctor, ¿tiene usted algo que decirme
como médico?
—No, Hawver; es usted el hombre más sano
que he visto. Como amigo, le aconsejo que se marche a su habitación. Toca usted
el violín como un ángel. Tóquelo pues; toque algo alegre y animado. Aparte este
maldito asunto de su mente.
Al día siguiente Hawver fue encontrado
muerto en su dormitorio, con el violín en el cuello, el arco sobre las cuerdas
y una partitura con la marcha fúnebre de Chopin ante él.
Elegiste muy bien el relato.
ResponderEliminarDe un gran autor, Ambrose Biorce, con un destacable humor negro. A veces llevado al terror, con hechos que pueden pasar o vinculados con lo sobrenatural.
Y está claro que se trata de un relato de fantasmas. Del fantasma de un médico, con un inquietante método para predecir la muerte. Un método inquietante por lo exacto.
Magistral. Besos, Tiffany,
Exacto amigo ;) me alegra que te haya gustado.
EliminarBesos!!!
uf, hasta muerto le seguía anunciando (a su manera) la muerte a la gente.
ResponderEliminarun relato que da que pensar.
amiga tiffany, un beso. que tengas un buen fin de semana.
Y que algunos médicos no se animan a decirte la verdad >_<
EliminarBesos!!!
Un relato interesante. Buen finde
ResponderEliminarIgualmente :D
EliminarEl final es escalofriante. Y eso que estaba sano, si llega estar enfermo.
ResponderEliminarLa muerte acecha, y esta nunca se presenta de buen grado, siempre con falsas esperanzas.
Un buen relato con su carga de intriga que te deja pensativa. Un besazo, preciosa.
Feliz fin de semana.
Exacto amiga ;)
EliminarUn besazo!!!!
Ay Ambrose Bierce... sabia como dejarnos en el sitio.
ResponderEliminarUn besazo Tiff!
Jejeje un gran autor ;)
EliminarUn besazo, More
Intrigante hasta el final.
ResponderEliminarMuy buen relato
Besitos
Me alegra que te haya gustado :D
EliminarHola Tiffany, murinus2009 aquí.
ResponderEliminarMuy interesante relato es inquietante cuando se describe la extraña aparición del hombre del retrato que no se sabe cómo entro no cómo salió.
Muy buena historia.
Ambrose Bierce no era un amigo y seguidor de Lovecraft que un día se internó y desapareció en México?
Creo que hasta una película, Gringo Viejo, habla un poco de él.
Si no es me disculpo.
Gracias por compartir .
Aunque tarde, me uno a la iniciativa ya están los relatos del viernes 18 de octubre y vienen los del viernes 25 de octubre.
Cuídate Tiffany.
Andaré comentando las entradas de octubre.
A vos amigo por sumarte 🤗
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