jueves, 24 de diciembre de 2020

Fiebre

El chico no sentía nada de lo que enumeraba el médico. Ni dolor de cabeza, ni escalofríos, ni mareos, ni nauseas. Nada. Estaba bien. No.

En realidad, no estaba bien. Su temperatura era de 39 grados.

 Afuera la tormenta cesaba y las nubes daban paso a las estrellas. La lluvia veraniega había logrado descender lo suficiente el caluroso clima de la ciudad, que se había ido caminando hasta el hospital. El aguacero mojó su pelo y su espalda, sin conseguir que dejara de transpirar. Mientras el doctor hacía el pedido de análisis de sangre, aquel paciente de nombre Tomás se rascaba, sin darse cuenta, con nerviosismo la palma de la mano izquierda hasta lastimarse. Una infección cutánea debía ser la causa de esa fiebre repentina.

—Es posible que sea una alergia o una intoxicación moderada lo que esté causando esa temperatura—le dijo el doctor, al reparar en la comezón de Tomás y pretendiendo que su paciente no se asustara—.Quizás por un alimento comprado en la calle.

Tomás se quedó pensativo. No recordaba haber comido algo inusual.

—Voy a pedirle que se quede hasta que me entreguen los resultados de los análisis.

— ¿En Noche Buena? ¿Hay gente trabajando en el laboratorio?

—Por supuesto. La salud no entiende de festividades y nuestro trabajo no conoce feriados.

—Pero...yo no quiero pasar Navidad internado—protestó tímidamente Tomás.

—Lo siento por usted, pero el termómetro no miente.

— ¿Si baja la fiebre me puedo ir?

—Tomará unos medicamentos, esperaremos los resultados de los análisis y después vemos que pasa.

Las paredes del sanatorio llenas de campanas, angelitos, estrellas de papel dorado estaban ahí para personas como Tomás, que justo se enfermaban el día más feliz del año. Tomás siguió al médico fijándose en cada de talle de esos adornos. Entró a la habitación y se quitó la chaqueta de algodón bastante gastada y con manchas. Se dejó puesta una camiseta blanca con mangas cortas que apenas ocultaba las venditas en los brazos que le indicaban que esa comezón llevaba varias horas molestándolo. La enfermera le puso el suero, y se fijó en la palma enrojecida de la mano. Ya roja de tanto que se rascaba. No había señales de ampollas.

— ¿No habrás tocado algo...en la calle?

— ¿Algo cómo qué?—le preguntó Tomás a la enfermera.

—Alguna cosa contaminada o sucia... ¿De qué trabajas?

Tomás se quedó callado. La enfermera suspiró. No tenía paciencia para malcriados. Muchos le mentían a diario. Negaban la ingesta de pastillas o preferían esconder el lugar donde se habían metido a pesar de que esa información facilitaba el trabajo del médico.

Iba a salir de la habitación cuando Tomás le respondió:

—Soy sepulturero.

La enfermera se estremeció. El chico no tendría ni veinte años, era bien parecido. Lo último que supondría cualquier persona al verlo era que se dedicaba a enterrar ataúdes, y como todos, la enfermera imaginaba la apariencia de un sepulturero como un viejo famélico con barba mal afeitada y medio encorvado. Un infortunado que nunca soltaba su pala.

—Ese dato es muy importante—dijo, la enfermera—, vas a tener que decirnos a quienes enterraste hoy y en la semana.

—Nunca me enfermé por mi trabajo. Nada más tengo un poco de fiebre por el calor.

—Son casi 40 grados—replicó la mujer.

Tomás se negó a seguir hablando. Y enseguida, aparecieron los encargados de sacarle sangre, después de todo, dijera lo que dijese eran los análisis los que revelarían la verdad.

—Acá siempre descubrimos la verdad—sentenció la enfermera.

Tomás pensó en la verdad. Y mientras más pensaba en ella más ganas tenía de irse.

Pero no deseaba irse por miedo al hospital. Era Navidad, quería ver a la gente cantando en la plaza. No quería estar encerrado en una sala. Quieto en una cama. Si no fuera porque le picaba tanto la mano. Había acudido al hospital solamente por curiosidad, para ver si lo ayudaban y ahora lo tenían en observación.

Cuando pasaron unos treinta minutos decidió irse sin avisar. Se quitó con cuidado la aguja del suero y se vistió. Abrió la puerta y comenzó a caminar. No había en los pasillos el ajetreo normal de cualquier otro día. 

Menos personas yendo y viniendo era mejor para Tomás. Escuchó las voces de unos niños, se notaba que habían recibido la visita de Santa Claus, o de alguien vestido como él. Tomás sonrió, que suerte que ellos pudieran recibir regalos.  Esa mínima distracción le jugó en contra. La enfermera lo alcanzó y lo amenazó con llamar a seguridad si no regresaba de inmediato al cuarto. La cara de Tomás se puso tan pálida que la profesional le advirtió que su cuerpo indicaba claramente que él no estaba bien. Para colmo, la picazón le sobrevino en otras partes: la nuca, el pecho, la frente.

El médico lo miró alarmado, cuando comprobó que su piel enrojecía con más intensidad y además la fiebre aumentaba.

—Vamos a tener que buscar a su jefe para que nos informen de la gente que enterró esta semana. Posiblemente haya tenido contacto con un virus.

Esa enfermera lo había delatado. Ahora conocían donde realizaba su trabajo.

—No es nada de eso—protestó Tomás.

—Es obvio que está sufriendo de una infección en la piel.

—Si usted supiera, no le preocuparía que me rasque tanto.

El médico se puso serio y exclamó:

—Mejor dígame si hizo alguna cosa extraña hace pocas horas.

—Quiero ver a la gente cantar bajo el árbol de Navidad—reclamó Tomás sin dejar de rascarse.

—No se puede ir a ningún lado.

Tomás se sentó en la cama. Porque al estar acostado la espalda también le picaba.

—Me voy a ir—murmuró.

La enfermera entró con una hoja de papel. Era el resultado de los análisis.

— ¡Y esto! —Chilló el facultativo— ¿Les dio por hacerme una broma navideña?

 —No es un error—contestó la enfermera—Los resultados son esos...todo está en cero.

Tomás se puso más colorado y finalmente confesó.

—Mi sangre no es humana aunque sea del mismo color— Y comenzó a quitarse de a tiras pedazos de piel de su cuerpo hasta que no quedó más que una epidermis lechosa con algunas escamas sobre su cuello y hombros—.Es la piel de un muerto la que llevo puesta, por eso me pica tanto.

La pila de piel humana entre rojiza y amarillenta quedó a los pies del demonio. Cuando se libró del cabello rubio que cubría su cabeza, el doctor y la enfermera vieron que su cabeza real poseía un pelo blanco similar a un plumón pegajoso y sobre la frente resaltaban dos cuernos del color del marfil. Eran cortos, como si hubiesen brotado en su cabeza al librarse de la falsa cabellera, pero que amenazaban con crecer bastante más.

—Soy un demonio. Del tipo de demonios que suele estar en los cementerios. A nadie se le ocurre pensar que ángeles y demonios caminan entre las tumbas. Me gustan los rituales de los humanos y en especial, saber acerca de esas fiestas donde cantan y comen pensando que la felicidad durará para siempre. Yo nunca puedo ver lo que hace la gente en Navidad. Eso se lo reservan para los ángeles y no creo que sea justo. Me vestí con la piel de un chico de mi tamaño que murió anoche. Pero cuando quise llegar a la plaza me di cuenta de que tenía fiebre y alguien me dijo que viniera al hospital. 

Puso los dedos sobre sus ojos y con cuidado se quitó los globos oculares que no le pertenecían. Cayeron al piso ante la mirada aterrorizada del médico y la enfermera y  rodaron  hasta un rincón.

Un poco de sangre salió de lo que parecían ser sus fosas nasales y se limpió con el revés de la mano.

—Ya no me sirve—le dijo al médico—. Necesito de otro cuerpo para poder moverme entre la gente.

Una hora después, justo cuando el reloj marcaba la medianoche y sonaban las campanas anunciando el nacimiento del niño Jesús, la enfermera se hallaba en la plaza cantando alegremente unos villancicos; desafinando un poco y equivocándose en algunos versos, pero sin perder por eso la alegría de compartir aquel instante con tantas personas.

Una compañera del hospital la reconoció y le dijo:

— ¡Hola, Estela! ¡FELIZ NAVIDAD! Qué bien que pudiste venir...pero mujer, estás muy colorada parece que tienes fiebre.

—Es solamente un poco de alergia—le respondió, Estela.


Autora: Adriana Cloudy ©

34 comentarios:

  1. Toda una serie de revelaciones inquietantes.
    Parecía un paciente muy molesto, desobediente.
    Y resultó ser un demonio entre humanos, que también era un paciente desobiedente. Tenía fiebre, le recomendaron ir a un hospital y causó problemas. Aparte de necesitar otro cuerpo.

    Que buen relato. Gracias por incluirlo.
    Felices fietas. Y que tengas un feliz año.
    Besos hacia tu noche.

    ResponderEliminar
  2. Un inquietante e interesante relato, te mantiene completamente metido en la historia, me encanto.
    Un abrazo Tiffany, gracias por compartir el relato

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra Jorge que te haya encantado <3

      Feliz Navidad amigo.

      Eliminar
  3. Felicidades!Una historia que nos recuerda lo dificil de tratar con tantas personas diferentes en un hospital y que una enfermera o doctor cumple con su deber hasta cuando les toca un ser extraño como este paciente.

    ResponderEliminar
  4. una historia cuyo interés no termina sino en el punto final.

    un beso navideño.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra que te haya gustado Draco :D

      Un beso y Feliz Navidad.

      Eliminar
  5. Qué buena historia, me ha gustado mucho.
    ¡Besos y felices fiestas!

    ResponderEliminar
  6. Hola Tiffany Interesante tu historia
    Era solo el diablo queriendo ver la navidad
    Que usó el cuerpo de alguien que murió
    Sin embargo, necesitaba otro cuerpo.
    Porque se deterioró
    Al parecer, se lo dejó a la enfermera
    Primero no mató y luego no hubo manera
    Cosas demoníacas
    Espero que tu navidad haya sido bueno
    Deseándoles un feliz 2021
    abrazo

    ResponderEliminar
  7. Buena historia, diferente. Te mando un beso y te seseo una feliz navidad

    ResponderEliminar
  8. Me ha gustado tu historia, muy original. El demonio sólo quería ser un poco humano.
    Gracias por traerme hasta aquí, Tiffany, si te parece bien ya me quedo.
    Un fuerte abrazo y felices fiestas navideñas.

    ResponderEliminar
  9. Una buena historia fíjate que por un momento me pensé otr cosa pero resultó ser genial. Un besazo cielo ,

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jejeje los giros inesperados siempre son buenos ;)

      Un besazo.

      Eliminar
  10. Buen relato! Al principio pensaba en el mérito de los que trabajan en hospitales, y de repente el giro que hace que la historia se vuelva inquietante!

    Gracias, Tiffany, te mando mis mejores deseos, besos mil !!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bienvenida Milena <3 y que bueno que te haya gustado ese giro argumental ;)

      Un beso.

      Eliminar
  11. Hola! me gusto mucho el relato, esta super bien! Felices fiestas. Besos

    ResponderEliminar
  12. Hola.
    Un relato muy interesante. Por cierto, felices fiestas.
    Nos leemos.

    ResponderEliminar
  13. Hola, disfrute mucho leer este relato.
    Saludos desde kiwybooks!

    ResponderEliminar
  14. Me ha encantado! Me atrapó desde el primer instante. Saludos!

    ResponderEliminar
  15. ¡Hola!
    WoW, estuvo muy creepy, jajaja. Me gustó mucho.
    ¡Un beso!

    ResponderEliminar
  16. ¡Hola!
    Escalofriante historia, que buenas escenas, espeluznantes. Quien iba a decir que resulta ser un demonio, vaya susto. Espero que tu Navidad haya estado llena de paz, alegría y amor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tranquila mi navidad como mi año nuevo, espero que la tuya allá sido bella Yessy <3

      Un besote.

      Eliminar
  17. ¡Hola, Tiffany!
    Qué inquietante relato, no me esperaba que fuera un demonio. Espero que tu Navidad y Año nuevo no haya sido para nada escalofriante;)
    Un beso☕💗

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ojala lo hubiera sido u_u jajaja tranquilo como todos los años. Espero que el tuyo haya sido precioso, Nati <3

      Un beso.

      Eliminar