viernes, 8 de octubre de 2021

INICIATIVA: Léeme un Cuento - Nosferatu


Buenas y escalofriantes noches del mes de octubre 🎃 mes que festejamos Halloween y como muchos sabrán Plegarias en la Noche siempre espera este festejo con mucha ilusión, por eso se me ocurrió que este año salga sus típicos cuentos de terror de los viernes por la noche a otros espacio, así que les cuento un poco de que va esta iniciativa de “Léeme un Cuento”.




Es muy simple todos los viernes de octubre a las 22 hs de su país publicar un cuento de terror, pueden publicarlo escrito o con un vídeo leyéndolo,  puede ser de su autoría o de algún autor que les guste (no se olviden de mencionar de quien pertenece), llevando por supuesto el Banner de la iniciativa y nombrando a Plegarias en la Noche, para que más bloggers quieran participar y llenemos este hermoso espacio en un lugar terrorífico 💀




Espero que se animen así mientras vamos por sus espacio a pedir dulce también nos llevamos un buen susto 👻


Nosferatu



Autora: Griselda Gambaro 

Obviamente, se acostó al amanecer. Antes, se había acercado a la ventana que carecía de vidrios, cubiertos de polvo los bastidores de madera, y había mirado hacia abajo con sus ojos sin párpados. La oscuridad se diluía suavemente, vencida por la luz. Pasó un ómnibus colmado de obreros, cruzaron dos o tres coches con los focos todavía encendidos.

 

Nosferatu acarició el polvo de la ventana con sus largos dedos de uñas crecidas y el polvo permaneció quieto. Miró de nuevo hacia afuera y suspiró: podía dormir en paz. Ningún movimiento extraño lo amenazaba.

 


Se acostó vestido sobre el suelo lleno de tierra y no se despertó hasta el anochecer. Durmió de un tirón, sin sueños, y la oscuridad lo despertó como despierta la luz. Debía salir, la calle entrañaba un peligro pero en la calle encontraba su sustento. No podía recorrerla como si fuera otro, con un cuerpo sin más historia que la juventud o la vejez. Asustaban su forma de caminar, su alta y negra estatura, la mirada inmóvil que no daba el respiro del párpado.

 

Pensó que se habían empequeñecido sus gestos, antes lo movía la pasión y ahora, cuando salía, consumaba un simple despojo, robaba como el más mísero de los ladrones y con menor aptitud. La noche anterior lo habían perseguido tenazmente. Él había actuado con una falta de prudencia que más tarde recordó con asombro y no supo explicarse. Había agredido a un transeúnte rezagado, caminante inerme entre las sombras y sin embargo dueño dichoso del calor y el movimiento de su sangre. Hostigado por la avidez y la nostalgia que conservamos hacia los deseos perdidos, Nosferatu lo había atacado desde atrás: con una vara de hierro había golpeado repetida, bárbaramente la nuca frágil, como si se concediera un desquite o se castigara.

 

Luego, en lugar de moverse, había permanecido quieto, fascinado ante la sangre que le provocaba una incomprensible repugnancia. Y cuando por fin se arrodilló junto al hombre que yacía en la calle y se levantaba ya con el botín en la mano, otros transeúntes lo habían sorprendido. Huyó entonces y supo que su salvación la debía a una persecución emprendida con desgano. Las piernas no le respondían. Él, que había sido capaz de transformarse en criatura alada, estaba pegado a un cuerpo que le hablaba sólo de necesidad y no de gloria.

 

Salió echando la llave, aunque no había muebles ni pertenencias en el cuarto. Completamente vacío. Ni siquiera una luz en el techo. Sólo tierra que había entrado durante años por la ventana sin vidrios. Tierra seca o acompañada de lluvia, seca en seguida, como si la humedad rehusara su lejano parentesco con la sangre. Bajó las escaleras ocultándose de los vecinos y caminó, tratando de imitar el paso de los otros. Se adhería demasiado a la pared, se agazapaba cuando oía risas o murmullos, y sabía que era un error. Debía haber esperado que la noche avanzara y la oscuridad fuera intensa, creciera solitaria como él mismo, y sin embargo no podía hacerlo. Desfallecía. Comer, pensó, e imaginó torrentes de sangre, océanos de sangre, fuerza y saciedad. Pero la imaginación no lo alentaba, como quien sueña para otro.

 

Una vieja caminaba delante de él y se detenía cada tanto en los botes de basura. Comenzó a seguirla por costumbre, una costumbre ancestral que no podía abandonar aunque fuera ya inútil, gratuita y sin sentido como tantas costumbres. La vieja intuyó su presencia porque de pronto se volvió, enfrentándolo inmóvil.



Nosferatu vio sus ropas carcomidas, su cabellera rala. La vieja lo miraba sin miedo, y esto lo fastidió un poco, lo atemorizó también. Sin embargo, cuando llegó más cerca, comprendió que la vieja estaba inmovilizada por el hambre. Mientras que en él era sequedad, en ella el hambre rezumaba saliva, como en un animal esperando su alimento. Él pensó en atacarla, descubrió los colmillos y apresuró los últimos pasos, sabiendo no obstante que el simulacro no sustituiría a la acción. Ya no podía atacar de esa manera, provocar el minuto de espanto y casi de amor que anticipaba en sus víctimas la entrega, el éxtasis pavoroso del deseo y de la muerte.

 

La vieja pronunció unas palabras que él no entendió pero que intentaban un saludo; insinuó una temblorosa sonrisa. Cuando estuvo a su alcance, extendió la mano hacia él con un gesto pedigüeño, ávido y remiso al mismo tiempo.

 

Nosferatu le mostró los dientes como un perro que gruñe listo para el ataque. Pasó de largo y se sintió desfallecer. A ciegas, abrazó un tronco en busca de apoyo, por un segundo reclinó la cabeza.

 

—¿Qué le ocurre? —preguntó la vieja con voz educada, una sombra de afecto.

 

Él negó mudamente y se alejó, no sin antes depositarle unos billetes en la mano, como si fuera ése el precio para seguir su camino, el pago del fracaso o de la indiferencia que necesitaba.

 

—Gracias, señor —dijo la vieja, y después de un momento la escuchó correr detrás de él—. Es mucho. —explicaba sin resuello, disculpándose ella misma de esa generosidad desmedida que sólo podía ser fruto de una equivocación.

 

Nosferatu no se detuvo y ella lo sujetó por la manga. Él apartó el brazo y un trozo de tela se desprendió limpiamente.

 

—Dios mío —susurró la vieja con una inquietud que le nacía de las sombras, del frío, del resultado de su gesto desprovisto de violencia.

 

—No es nada. —dijo él en un murmullo.

 

La carne brotaba lívida del desgarrón, pero no intentó cubrirse.

 

La vieja miró con asombro el trozo de tela que se deshizo como ceniza entre sus dedos. Se sobresaltó, las arrugas se le profundizaron y abrió la boca, dispuesta al grito.



Él desvió los ojos, preservándola de su fijeza inmutable, y trató de ocultar los colmillos que habían sido temibles. Para tranquilizarla, se encorvó aún más, empequeñeciéndose, y retrocedió unos pasos. Lo consiguió, porque la vieja dejó de respirar aceleradamente y sonrió avergonzada, como después de un susto sin motivo.

 

—Es mucho —repitió, y justificó la fragilidad de las ropas por razones de miseria.

 

Pero la dádiva la desconcertaba. Escudriñó el rostro sumido y dijo:

 

—Usted lo necesita más.

 

Eligió un billete y lo guardó bajo el escote. El resto lo tendió hacia él, pero bruscamente volvió a asustarse, se inclinó y abandonó el dinero sobre el suelo.


Nosferatu no lo recogió, se alejó rápidamente y dobló en la primera esquina. A lo lejos, una luz caía sobre la puerta de un bar. Apenas un foco anémico, rodeado por la niebla, que le hería la vista como si encandilara. Pensó que no habría alimento en la oscuridad y hacia la luz se encaminó. Un perro vagabundo aulló a su paso, erizó el pelaje del lomo y se escondió luego con el rabo entre las piernas. Él se apresuró, apretando la boca para sofocar náuseas de debilidad y de vacío. Entró al bar y se sentó, protegiéndose los ojos con la mano.




Un mozo atendía desganado, el delantal gris, las uñas largas que debían hundirse en los platos de sopa. Temiendo la desnudez de su voz, señaló con el índice en el menú y supo en seguida que no podía esperar tanto.

 

—¿Qué? —dijo el mozo.

 

—Leche —repitió él, alzando apenas la voz, que se le antojó ronca, inhumana.

 

Pero el otro no pareció darse cuenta. Asintió y casi sin demora depositó sobre la mesa un vaso que rebasaba.

 

—Lo demás va marchando —explicó por rutina, y limpió la superficie de la mesa con el borde de su delantal sucio. Lo miró con una curiosidad que no alimentó, cansado.

 

Nosferatu se abalanzó hacia la leche y bebió. Tenía ganas de morder el vaso, pero ya no podía morder. No sabía por qué, quizá corrían otros tiempos, otras crueldades, y el gesto se había vuelto irrisorio. El líquido atemperó la sensación de vacío, la quemazón del hambre. Reclinándose contra el respaldo de la silla, suspiró y se dejó estar, como si él también pudiera adherirse a la frágil esperanza de los otros en la ventura posible, o más modestamente, compartiera la dicha de existir en la inadvertencia.


Un policía fornido, de uniforme, se acercó al mostrador y conversó con el dueño del bar; debió contar un suceso hilarante porque ambos comenzaron a reír, el dueño con carcajadas rotundas y halagadoras. Luego, el policía giró el cuerpo y apoyando los codos sobre el mostrador, recorrió las mesas con la vista de un modo que quería ser inofensivo y resultaba escrupuloso. Se detuvo un instante sobre un parroquiano, que aún de espaldas, se agitó inquieto, y en la mesa siguiente descubrió la figura oscura que se protegía los ojos con la mano. Entonces interrumpió el escrutinio en la certidumbre de su presa. Nosferatu lo había percibido también, a pesar de la mano sobre los ojos, la tensión dolorosa del cuerpo, la inmovilidad alerta, como la de un animal aterrorizado.

 

El policía se separó del mostrador y se afirmó sobre sus pies, frotándose los muslos con los dedos abiertos. Nosferatu se enderezó en la silla, sintió el dardo de la luz e involuntariamente se incorporó volcando el vaso, que rodó estrellándose contra el suelo. El policía empezó a caminar hacia su mesa. Caminaba lentamente y sonreía, con una sonrisa de reencuentro o de ternura.


Nosferatu apartó al mozo semidormido, forcejeó con los batientes de la ventana hasta que consiguió abrirlos y saltó hacia la calle. Escuchó el sonido odioso de un silbato señalando fuga y persecución. Ruido de sillas caídas, pisadas. Cayó lastimándose las rodillas; se levantó y corrió. Desvió la cabeza y miró fugazmente. Ya no era un policía aislado, todo un grupo había emprendido una persecución tenaz. Aceleró, pero sin ganar distancia, enloquecido por el sonido implacable, por la secuela ininterrumpida y sorda de las pisadas en el pavimento. No podía correr más, el corazón se le estrangulaba, las rodillas sin rótula. Se ocultó detrás de una hilera de autos y esperó.




Los policías doblaron la esquina y se detuvieron unos segundos, desconcertados ante la calle desierta, la brusca desaparición de la rígida figura de negro que los precedía. Formaron un grupo compacto y conversaron un momento entre ellos.


Nosferatu se preguntó cómo habían aparecido tan de golpe. En la ciudad dormida, qué hacían ellos, tan despiertos. Jadeando penosamente, espió mientras el sudor inundaba su piel que había sido reseca. Sudor de miedo, pensó. Eran cinco, todos altos y erguidos, y uno de ellos tenía un revólver desenfundado, apuntaba hacia las sombras de manera imprecisa, haciendo oscilar el arma como un niño que juega. Oyó risas, una frase pronunciada con un acento de orden. En seguida, se dividieron y avanzaron hacia la hilera de autos.


Nosferatu se alzó y empezó a correr. Las balas silbaron por encima de su cabeza, muy desviadas, como si no quisieran acertarle. Sin embargo, estaban cada vez más cerca, cada vez más nítidamente escuchaba los gritos. Y luego, no ya la sensación de peligro, la persecución que permite una mínima esperanza, sino la realidad inevitable, los cuerpos pesados, el resuello animal a distancia imperceptible; una mano tocó su hombro, resbaló aferrándolo por la ropa. El saco se desprendió enteramente, se disgregó en hilachas, polvo, ceniza.


Pero los otros no se asustaron. Rieron, rieron un poco sin aliento por la carrera. Nosferatu dio dos zancadas, tropezó y cayó de bruces. Los cinco se abalanzaron hacia él. Lo sujetaron y se quedó quieto y sin resistencia mientras el silencio se instalaba entre los hombres que lo habían perseguido. Esperó, hasta que las manos que lo aprisionaban se levantaron y por un momento pensó que se había equivocado y que lo favorecería una impensable justicia o misericordia, puesta fuera de esos hombres, puesta fuera de su destino, casi fuera del mundo. Pero las manos descendieron de nuevo sobre él y lo inmovilizaron de espaldas contra el pavimento. El que tenía el revólver desenfundado lo guardó en la cartuchera.



Desde el suelo, Nosferatu los miró. Parecían inmensos, gigantes. Uno de ellos se dejó caer de rodillas a su lado y acercó el rostro. Abrió la boca. Los dientes asomaron, muy blancos, irreales. Nosferatu gritó. El policía le clavó los dientes en el cuello, torpemente, pero con decisión. Atacó la carne varias veces hasta que la sangre brotó limpia. Nosferatu volvió a gritar. Y luego, uno tras otro, se inclinaron sobre él, con la boca abierta.




26 comentarios:

  1. Hay algo de melancolía en este cuento. Como que el tiempo también afecta a los temibles seres de la noche. El protagonista ha dejado de provocar terror, para convertirse en vulnerable.
    Y tal vez acentuó más su debilidad el haber tenido compasión.
    Y esos jóvenes vampiros fueron implacables.

    Muy bien elegido este cuento.
    Me sumé a la iniciativa.
    Besos hacia tu noche.

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    1. Muy cierto amigo el tiempo es peligroso para cualquier 😵 genial amigo que te hayas sumado 👏💗🎃

      Besos!!!

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  2. Genial relato, me gusto mucho Te mando un beso

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  3. Una iniciativa acorde con este mes, seguro que leeremos magníficos cuentos, como este. Un abrazo

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  4. Fíjate que hasta me ha dado pena al final, es la destrucción de un mito y eso sierpe deja un poco de pena. La vieja me ha gustado mucho el detalle de no percibir más limosna de la que ella cree merecer.
    Un aplauso para ti y su autora . Besazos chicas y gracias siempre.

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    1. Si tiene un poco de melancolía 😖 pero no quita que te va a chupar la sangre igual jaja

      Un besote amiga!!!

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  5. ¡Hola!
    Pues me parece una iniciativa super chula, me encantan los cuentos de terror y adoro esta época del año >.< Nosferatu me ha encantado.
    ¡Un besito!

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    1. Me alegra mucho amiga y siii octubre es también mi época favorita *.*

      Un besito!!!

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  6. Pues me ha dado un poco de pena este final. Muy buen relato. Y genial la iniciativa!
    Besotes!!!

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    1. Siii pobre Nosfe :( que bueno que te gustara amiga <3

      Besotes!!!

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  7. ¡Hola!
    ¡Madre mía! Me encanta el género, los vampiros y cuanto bicho nocturno existe!
    Aterradora, sin duda, la historia que nos presentas, narrada con la suficiente habilidad para mantener la tensión hasta el emocionante final del pobre Nosferatu.
    ¡Un saludo!

    Aca te dejo mi aporte: https://yessykan.blogspot.com/2021/10/iniciativa-leeme-un-cuento_8.html

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    1. Genial Yessy que te hayas sumado *-* lo estuve leyendo y me encanto <3

      Un saludo hermosa!!!

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  8. ¡Hola! Me encanta esta iniciativa, estos relatos son más que interesantes. Muy buen cuento, por cierto.
    Besoss ♥

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    1. Y cada vez se van a ir poniendo mejor jejeje

      Besos Vale!!!!

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  9. nosferatu es un monstruo y terminó sorprendido de que ahí afuera hay monstruos igual o peores que él.

    un buen relato.

    amiga tiffany, un beso.

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  10. Hola Tiffany!!
    Muy buena historia, la disfrute mucho.
    Besos💋💋💋

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  11. Hola Tiffany :) excelente historia. Nada hacia presagiar el final de este cuento.

    Gracias por compartirlo. Un abrazo ^^!

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    1. Me encanta las historias que te dejan un final que nunca te hubieras imaginado 🎃

      Un abrazo!!!

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  12. Hola Tiffany, murinus2009 aquí.

    Muy buena historia la de:
    Griselda Gambaro.

    En lo personal la historia me dejó muchas dudas:
    Cómo se llegó a ese mundo donde vampiros atacan a otros vampiros?
    Que paso para que al parecer nosferatu sea de los últimos, si no el último de su clase?
    Me parece un mundo vampírico muy bien construido que plantea muchas interrogantes y da para crear muchas historias del antes, durante y después.
    Me gustó, por cierto, en algún momento pensé que la anciana se transformaría en un monstruo peor a Nosferatu.

    Me recordó un poco la historia de Soy Leyenda, aunque solo he visto incompletas las cintas de Charlton Heston y Will Smith, también tiene un ambiente de mundo post cataclismico donde todo se enrarece, casi como Mad Max 1, la serie Jericho, 28 days later y la temporada 1 de The Walking Dead.
    Muy bien por la autora y por ti, Tiffany, al traer está buena historia!

    Iré a ver las aportaciones de:
    El Demiurgo De Hurlingham.
    Y de yessykan en:
    Yessykan.blogspot.

    Si alguien lo desea también puede ver una aportación a la Iniciativa en:
    Archivosdelostracismo.blogspot.

    Gracias por todo Tiffany.

    Nos vemos pronto.

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    1. Me encanta las historias que dejan esos interrogantes al lector y parece que haber compartido este cuento dio ese resultado 🎃 muchas gracias por sumarte a la iniciativa, ame tu relato y no te olvides de pasar por el de Campi también que te va alucinar su historia.

      Saludos!!!

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