El Arte en las Paredes

Escribir sobre los muro es un impulso casi tan antiguo y primario como el de alimentarse o vestirse. La comunicación ha sido desde siempre para el hombre un instinto y una necesidad.

Por otra parte, parecería ser que cada cosa tiene una potencialidad, en el sentido de ser apropiada por algo. Como si fuera poseedora de una fuerza interior, de un impulso que la predispone para convertirse en ese algo frente al resto de las posibilidades. Y definitivamente, si las paredes tienen una misión más allá de su función de refugio, esa es la de servir como paño de expresión, para que alguien, cualquiera de nosotros, inmortalice un sentimiento, una idea, aunque más no sea, su deseo de renovarse y verse reflejado en la belleza de su entorno. El color tiene un importantísimo poder en nuestros estados de ánimo y más que las paredes, son las personas las que agonizamos cuando, gozando plenamente de nuestra capacidad para ver, nos encontramos rodeados por una atmósfera “chata o sombría”.

La cultura del graffiti o street art, está cada vez más extendida. Su importancia radica en que los murales no sólo son un elemento que decora y viste las calles del barrio, sino que le otorga identidad. De aquí, la importancia de defender y promover el desarrollo de esta disciplina, que lejos de ser una infracción o una violación a la propiedad privada se propone como una expresión de cultura.

Sin embargo, a pesar de las numerosas intervenciones pictóricas que podemos encontrar en las paredes de la ciudad durante un breve viaje en colectivo, no todo lo que observamos es graffiti. Es decir, aunque pintadas políticas, murales y demás intervenciones en la vía pública parecen compartir un mismo carácter de espontaneidad y anonimato, es preciso que las obras expresen además de un impulso por comunicarse; una evolución y una técnica, y fundamentalmente, deben presentar un estilo artístico que exceda su carácter declaratorio y de denuncia para formar parte de la cultura.

Además de su fugacidad, hay otra cosa que comparten en esencia todas estas manifestaciones y es su ilegalidad. Sea un simple pintada o un estupendo mural, ambos están prohibidos. Sin embargo, a pesar del reconocimiento que el graffiti ha sido adquirido a nivel internacional y los avances que han logrado en términos de integración en el espacio público, parece que muchos artistas no están dispuestos a resignar el carácter transgresor que forma parte del folklore de este género.

La clave de este movimiento está en que las obras están ahí, con los brazos abiertos, brindándose a todos. Y lo más importante, como todos los mensajes, hace falta la mirada del otro para que cobre sentido.

Si el graffiti es arte o vandalismo no es más que una cuestión de punto de vista que como indica la sabiduría popular.

Lo cierto es que hay posiciones encontradas pero el arte callejero ya es una realidad en la ciudad y cada vez son más los que deciden disfrutar de esta transformación del entorno a partir del color. En definitiva, de eso se trata, de celebrar la belleza en todas sus formas.