Buenas y escalofriantes noches del mes de octubre 🎃 mes
que festejamos Halloween y como muchos sabrán Plegarias en la Noche siempre
espera este festejo con mucha ilusión, por eso se me ocurrió que este año salga
sus típicos cuentos de terror de los viernes por la noche a otros espacio, así
que les cuento un poco de que va esta iniciativa de “Léeme
un Cuento”.
Es muy simple todos los viernes de octubre a las 22 hs de
su país publicar un cuento de terror, pueden publicarlo escrito o con un vídeo
leyéndolo, puede ser de su autoría o de
algún autor que les guste (no se olviden de mencionar de quien pertenece),
llevando por supuesto el Banner de la iniciativa y nombrando a Plegarias en
la Noche, para que más bloggers quieran participar y llenemos este hermoso
espacio en un lugar terrorífico 💀
Espero que se animen así mientras vamos por sus espacio a
pedir dulce también nos llevamos un buen susto 👻
La Muerta
¡La había amado desesperadamente!
¿Por qué se ama? Cuán extraño es ver un solo ser en el mundo, tener un solo
pensamiento en el cerebro, un solo deseo en el corazón y un solo nombre en los
labios... un nombre que asciende continuamente, como el agua de un manantial,
desde las profundidades del alma hasta los labios, un nombre que se repite
incesantemente, que se susurra una y otra vez, en todas partes, como una
plegaria.
Voy a contarles nuestra historia, ya que el amor sólo tiene una, que es siempre
la misma. La conocí y viví de su ternura, de sus caricias, de sus palabras, en
sus brazos tan plenamente envuelto, atado y absorbido por todo lo que procedía
de ella, que no me importaba ya si era de día o de noche, ni si estaba muerto o
vivo, en este nuestro antiguo mundo.
Y luego ella murió. ¿Cómo? No lo sé; hace tiempo que no sé
nada. Pero una noche regresó a casa muy mojada, pues llovía intensamente, y al
día siguiente tosía, y tosió durante una semana, y tuvo que guardar cama. No
recuerdo ahora lo que ocurrió, pero los médicos llegaron, escribieron y se
marcharon. Se compraron medicinas, y algunas mujeres se las hicieron beber. Sus
manos estaban muy calientes, sus sienes ardían y sus ojos estaban brillantes y
tristes. Cuando yo le hablaba me contestaba, pero no recuerdo lo que decíamos.
¡Lo he olvidado todo, todo, todo! Ella murió, y recuerdo perfectamente su leve,
débil suspiro. La enfermera dijo: «¡Ah!» ¡y yo comprendí! ¡Y yo entendí!
Me preguntaron acerca del entierro pero no recuerdo nada de lo que
dijeron, aunque sí recuerdo el ataúd y el sonido del martillo cuando clavaban
la tapa, encerrándola a ella dentro. ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Dios mío!
¡Ella estaba enterrada! ¡Enterrada! ¡Ella! ¡En aquel agujero! Vinieron algunas
personas... mujeres amigas. Me marché de allí corriendo. Corrí y luego anduve a
través de las calles, regresé a casa y al día siguiente emprendí un viaje.
Ayer regresé a París, y cuando vi de nuevo mi habitación (nuestra habitación,
nuestra cama, nuestros muebles, todo lo que queda de la vida de un ser humano
tras la muerte), me invadió tal asalto de nostalgia y de pesar, que sentí
deseos de abrir la ventana y de arrojarme a la calle. No podía permanecer ya
entre aquellas cosas, entre aquellas paredes que la habían encerrado y la
habían cobijado, que conservaban un millar de átomos de ella, de su piel y de
su aliento, en sus imperceptibles grietas. Cogí mi sombrero para marcharme, y
antes de llegar a la puerta pasé junto al gran espejo del vestíbulo, el espejo
que ella había colocado allí para poder contemplarse todos los días de la
cabeza a los pies, en el momento de salir, para ver si lo que llevaba le caía
bien, y era lindo, desde sus pequeños zapatos hasta su sombrero.
Me detuve delante de aquel espejo en el cual se había contemplado ella tantas
veces... tantas veces, tantas veces, que el espejo tendría que haber conservado
su imagen. Estaba allí de pie, temblando, con los ojos clavados en el cristal
-en aquel liso, enorme, vacío cristal- que la había contenido por entero y la
había poseído tanto como yo, tanto como mis apasionadas miradas. Sentí como si
amara a aquel cristal. Lo toqué; estaba frío. ¡Oh, el recuerdo! ¡Triste espejo,
ardiente espejo, horrible espejo, que haces sufrir tales tormentos a los
hombres! ¡Dichoso el hombre cuyo corazón olvida todo lo que ha contenido, todo
lo que ha pasado delante de él, todo lo que se ha mirado a sí mismo en él o ha
sido reflejado en su afecto, en su amor! ¡Cuánto sufro!
Me marché sin saberlo, sin desearlo, hacia el cementerio. Encontré su sencilla
tumba, una cruz de mármol blanco, con esta breve inscripción:
¡Ella está ahí debajo, descompuesta! ¡Qué horrible! Sollocé
con la frente apoyada en el suelo, y permanecí allí mucho tiempo, mucho tiempo.
Luego vi que oscurecía, y un extraño y loco deseo, el deseo de un amante
desesperado, me invadió. Deseé pasar la noche, la última noche, llorando sobre
su tumba. Pero podían verme y echarme del cementerio. ¿Qué hacer? Buscando una
solución, me puse en pie y empecé a vagar por aquella necrópolis. Anduve y
anduve. Qué pequeña es esta ciudad comparada con la otra, la ciudad en la cual
vivimos. Y, sin embargo, no son muchos más numerosos los muertos que los vivos.
Nosotros necesitamos grandes casas, anchas calles y mucho espacio para las
cuatro generaciones que ven la luz del día al mismo tiempo, beber agua del
manantial y vino de las vides, y comer pan de las llanuras.
¡Y para todas estas generaciones de los muertos, para todos los muertos que nos
han precedido, aquí no hay apenas nada, apenas nada! La tierra se los lleva, y
el olvido los borra. ¡Adiós!
Al final del cementerio, me di cuenta repentinamente de que estaba en la parte
más antigua, donde los que murieron hace tiempo están mezclados con la tierra,
donde las propias cruces están podridas, donde posiblemente enterrarán a los
que lleguen mañana. Está llena de rosales que nadie cuida, de altos y oscuros
cipreses; un triste y hermoso jardín alimentado con carne humana.
Yo estaba solo, completamente solo. De modo que me acurruqué debajo de un árbol
y me escondí entre las frondosas y sombrías ramas. Esperé, aferrándome al
tronco como un náufrago se agarra a una tabla.
Cuando la luz diurna desapareció del todo, abandoné el refugio y eché a andar
suavemente hacia aquel espacio de muertos. Caminé de un lado para otro, pero no
logré encontrar la tumba de mi amada. Avancé con los brazos extendidos,
chocando contra las tumbas con mis manos, mis pies, mis rodillas, mi pecho,
incluso con mi cabeza, sin conseguir encontrarla. Anduve a tientas como un
ciego buscando su camino. Palpé las lápidas, las cruces, las verjas de hierro,
las coronas de metal y las coronas de flores marchitas. Leí los nombres con mis
dedos pasándolos por encima de las letras. ¡Qué noche! ¡Qué noche! ¡Y no pude
encontrarla!
No había luna. ¡Qué noche! Estaba asustado, terriblemente asustado, en
aquellos angostos senderos entre dos hileras de tumbas. ¡Tumbas! ¡Tumbas!
¡Tumbas! ¡Sólo tumbas! A mi derecha, a la izquierda, delante de mí, a mi
alrededor, en todas partes había tumbas. Me senté en una de ellas, ya que no
podía seguir andando. Mis rodillas empezaron a doblarse. ¡Pude oír los latidos de
mi corazón! Y oí algo más. ¿Qué? Un ruido confuso, indefinible. ¿Estaba el
ruido en mi cabeza, en la impenetrable noche, o debajo de la misteriosa tierra,
la tierra sembrada de cadáveres humanos? Miré a mi alrededor, pero no puedo
decir cuánto tiempo permanecí allí. Estaba paralizado de terror, helado de
espanto, dispuesto a morir.
Súbitamente, tuve la impresión de que la losa de mármol sobre la cual estaba
sentado se estaba moviendo. Se estaba moviendo, desde luego, como si alguien
tratara de levantarla. Di un salto que me llevó hasta una tumba vecina, y vi,
sí, vi claramente cómo se levantaba la losa sobre la cual estaba sentado. Luego
apareció el muerto, un esqueleto desnudo, empujando la losa desde abajo con su
encorvada espalda. Lo vi claramente, a pesar de que la noche estaba oscura. En
la cruz pude leer:
Aquí yace
Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Amó a su familia,
fue bueno y honrado y murió en la gracia de Dios.
El muerto leyó también lo que había escrito en la lápida. Luego cogió
una piedra del sendero, una piedra pequeña y puntiaguda, y empezó a rascar las
letras con sumo cuidado. Las borró lentamente, y con las cuencas de sus ojos
contempló el lugar donde habían estado grabadas. A continuación, con la punta
del hueso de lo que había sido su dedo índice, escribió en letras luminosas,
como las líneas que los chiquillos trazan en las paredes con una piedra de
fósforo:
Aquí yace
Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Mató a su padre a disgustos,
porque deseaba heredar su fortuna; torturó a su esposa, atormentó a sus hijos,
engañó a sus vecinos, robó todo lo que pudo y murió en pecado mortal.
Cuando terminó de escribir, el muerto se quedó inmóvil,
contemplando su obra. Al mirar a mi alrededor vi que todas las tumbas estaban
abiertas, que todos los muertos habían salido de ellas y que todos habían
borrado las líneas que sus parientes habían grabado en las lápidas,
sustituyéndolas por la verdad. Y vi que todos habían sido atormentadores de sus
vecinos, maliciosos, deshonestos, hipócritas, embusteros, ruines,
calumniadores, envidiosos; que habían robado, engañado, y habían cometido los
peores delitos; aquellos buenos padres, aquellas fieles esposas, aquellos hijos
devotos, aquellas hijas castas, aquellos honrados comerciantes, aquellos
hombres y mujeres que fueron llamados irreprochables. Todos ellos estaban
escribiendo al mismo tiempo la verdad, la terrible y sagrada verdad, la cual
todo el mundo ignoraba, o fingía ignorar, mientras estaban vivos.
Pensé que también ella había escrito algo en su tumba. Y ahora,
corriendo sin miedo entre los ataúdes medio abiertos, entre los cadáveres y
esqueletos, fui hacia ella, convencido de que la encontraría inmediatamente. La
reconocí al instante sin ver su rostro, el cual estaba cubierto por un velo
negro; y en la cruz de mármol donde poco antes había leído:
Ahora leí:
Habiendo salido
un día de lluvia para engañar a su amante, enfermó de pulmonía y murió.
Parece que me encontraron al romper el día, tendido sobre la tumba, sin
conocimiento.
Genial relato me hizo sonreir y al mismo tener miedo. Te mando un beso
ResponderEliminarMe encantan esas dos sensaciones :3
EliminarUn beso linda!!!
Brillante elección. El autor es uno de los grandes cuentistas.
ResponderEliminarY también elegiste bien las imágenes para acompañar el relato. Muy a tu gusto.
Tiffany, tu convocatoria es muy interesante.
Besos hacia tu noche.
Está dentro de la temática de la convocatoria. Aunque lo inquietante no está en que revivan los muertos, que salgan de su tumba. Sino esa revelación, que lo hace desmayarse.
Siempre la sinceridad da miedo jajaja
EliminarUn beso amigo.
Muy bueno, he leído a este autor peto este cuento no lo conocía.
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
Beso grande y que tengas un excelente fin de semana.
Que bueno que ya conocieras al autor *-*
EliminarBeso grande Pau
muy original. es como si en el más allá obligaran a las almas a decir la verdad para que puedan entrar al paraíso.
ResponderEliminaramiga tiffany, un beso.
Y si, como vas a ir al más allá siendo un mentiroso? así entraría todo el mundo jajajaja
EliminarUn beso Draco
Un buen cuento para la propuesta y una buena propuesta para la fecha. Abrazos y buen fin de semana
ResponderEliminarGracias Ester.
EliminarAbrazos.
Holaaaaa!
ResponderEliminarMe encanta esta iniciativa y me ha encantado el cuento, muchas gracias por compartirlo :)
Besos!
Gracias a vos Irene por leerlo <3
EliminarBesos!!!
Genial te tiene en vilo desde que comienzas a leerlo. Me ha hecho pensar que no todo lo que se pone en las tumbas de nuestros seres queridos es verdad ...
ResponderEliminarUn magnifico texto. Enhorabuena.
Besotes.
Y más por qué el muerto ya no puede decidir que quiere que le pongan >_<
EliminarBesostes
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¡Hola Tiffany!
ResponderEliminarDisculpa me equivoque de post!
Así que lo borre y te dejo el nuevo comentario de esta entrada.
¡Qué buen relato! Me ha encantado el sombrío romanticismo. Me dio mucha tristeza el protagonista en ese ambiente gótico y frío. Vaya final macabro.
Abrazo!
No te preocupes Yenny :) me alegra que el cuento te haya gustado <3
EliminarAbrazo!!!
Buena manera de entrar en la semana de halloween, muy interesante el cuento
ResponderEliminarBsos
Y todavía falta un poco más jejeje
EliminarBesos.
Qué bueno! Y qué buen final! Gracias por todas estas historias.
ResponderEliminarBesotes!!!
Me alegra que te haya gustado amiga 💖
EliminarBesotes!!!
Hola Tiffany! murinus2009 aquí.
ResponderEliminarJaja! Que buena historia Tiffany! Gracias por compartirla.
Vienen Spoilers! ( Si es que alguien lee primero los comentarios).
La primera parte por como se habla de el romance y lo bien que la pasaban, me hizo pensar que al morir la amada del protagonista, está se le aparecería para cuidarle las espaldas de algún peligro o ver qué el fuera feliz o enfrentar algún peligro sobrenatural entre los dos.
Entonces...
Sale ese esqueleto de su tumba a leer su epitafio y dice: nahh!
Que marido ejemplar! ni que buen hijo! Ni que honestidad contra todo!
Escribe lo que en verdad fue en la vida real y...
jajaja que ataque de risa me dio! segunda vez que el cubrebocas me salva de que me vean como loco je je.
La verdad ese giro no me lo esperaba como dije, el autor creo una primera parte muy melancólica, que hacía pensar en una continuación más bien sombría siguiendo el estilo gótico del inicio.
Y luego cuando el protagonista lee lo que en realidad paso a su amada y se desmaya, ah! Me dieron ganas de aplaudir!
A la fecha creo que esto es lo primero que conozco de, Guy De Maupassant, lo conozco de nombre, pero no he leído aún material suyo. Gracias Tiffany por traerme el primer relato que conozco de El.
Por cierto quien lo desee puede leer el relato de la:
INICIATIVA Leeme un cuento.
En el blog:
Archivosdelostracismo.blogspot.
Lo titulé:
Peleando Con Los Diablos.
Muchas Gracias de Nuevo Tiffany por compartir este relato!
Me fascinó, nunca pensé que pasaría un mes de octubre disfrutando de tan buen material como el que nos compartes Tiffany.
Cuídate Mucho! Nos vemos pronto.
Más me divirtió porque en la vida real supe de dos casos parecidos
Jajajaja me encanta poner esos cuentos que pensas en un principio que va a pasar algo horriblemente terrorífico y después te da otro giro jejeje me alegra que te haya gustado.
EliminarSaludos
Hola Tiffany :) me encantó esta historia jajajajajja que final tuvo para aquel hombre.
ResponderEliminarMe ha pasado alguna vez que he visto textos muy bonitos en algunas tumbas y me ha entrado al curiosidad por saber si de verdad la gente era tan buena como dicen jajajajaja.
Gracias por compartir. Un abrazo ^^!
Hola Tiffany!!
ResponderEliminarGracias por el relato y no me he fijado mucho en las frases que ponen en las tumbas.
Besos💋💋💋